Entre el sincretismo religioso, el respeto por sus ancestros
y las necesidades de la sociedad actual, el oficio del hielero vive sus días
finales. Una crónica desde su hogar, al pie del coloso. (El comercio).
Dos veces a la semana por más de medio siglo, Baltasar Ushca
ha subido por las laderas del Chimborazo, la montaña más alta en Ecuador, para
cosechar el hielo de los glaciares naturales que cubren las mayores altitudes
de este volcán inactivo. En el pasado, cerca de cuarenta hieleros hacían el
viaje a la montaña para extraer el hielo; ahora, sin embargo, Baltazar trabaja
solo. Incluso sus hermanos, Gregorio y Juan, ambos criados como hieleros, se
han retirado de la montaña para encontrar un trabajo más estable. (Cotopaxi produccions).
Continuando con esta travesía en un momento de magia es
cuando Baltasar, hace una pausa necesaria. Parece que el universo
se detiene para ver cómo la mano áspera del hielero toma la hoz, corta un
montón de paja y, después de sacudirla, con una técnica muy vieja tuerce la
yerba hasta convertirla en sogas artesanales. (El comercio).
Es un camino de niebla y rocas volcánicas, silencioso. Solo
algunos rótulos de tabla rompen el equilibrio, en ellos se señala la distancia
faltante para ver al hielero en acción. Un intento fatuo para folclorizar
el oficio, para convertir al hombre en un atractivo turístico.
Sobre los 4 800 metros, se devela una morrena del glaciar Carlos Pinto. Baltasar toma pico, vara y azadón y empieza a cortar este hielo que lleva aquí centenares de años. Cuando el bloque se desprende, las nubes dejan ver la cara del Chimborazo, como un viejo venerable que mira tras la ventana.
El tiempo en esta altura no se mide con reloj, sino a través de las gotas de agua que se desprenden del hielo. El sonido del segundero se suplanta por el golpe del hacha, el jadeo del hielero y el latido del corazón que se acompañan en el unísono. Baltasar habla un castellano incipiente, pero José, quien trabajara como albañil en la capital antes de volver a su terruño para guiar a turistas hasta el nevado, traduce sus pocas palabras: “Juan Ushca se llamaba mi padre, era un ‘cabeza blanca’, un albino, hijo del taita Chimborazo. Con él aprendí a extraer el hielo, a cargarlo, a amarlo desde los 15años, cuando acepté esta enseñanza como única herencia”.
Todo ello constituye una cuestión de sincretismo religioso,
donde el hielo sagrado, permite una comunión con el cuerpo de la montaña.
Un aspecto que se mantiene como parte de una memoria colectiva ancestral, pero
que Baltasar hace casi mecánicamente, dos días por semana, jueves y
viernes. (El comercio).
Toda este relato suena a una historia mágica, de un hombre
que día a día realiza su trabajo para dar un pequeño sustento a su hogar, que de a poco se está implantando la ayuda social y humana, se han realizado documentales sobre el
hielero del Chimborazo, que ahora es un hito en la cultura y patrimonio del país; este hombre que se muestra tal cual con su cultura y tradición; realizando un oficio de muchos años el cual debe ser más valorado
y tomado en cuenta por el sector turístico del país, Baltasar Ushca es una de las miles de personas que muestran ese gran
amor por lo que se hace y sin esperar nada a cambio, ese es el valor agregado
que lo hace más atractivo; con este tipo de patrimonio vivo nos debemos
identificar y sentir orgullosos de que en el Ecuador existe potencial humano y turístico.
(Mauricio Grijalva).
Fuente Bibliográfica:
http://www.culturaenecuador.org/artes/saberes-ancestrales/64-baltasar-ushca-es-el-nieto-del-chimborazo.html
http://elultimohielero.com/sobre-el-film/la-historia/
Fotográfica:
http://www.google.com.ec/imgres?imgurl=http://expresiones.expreso.ec/media/ediciones//20120522/cine/21052012_042001.jpg&imgrefurl=http://www.schule-bw.de/unterricht/faecher/spanisch/unterrichtsmaterialien/ecuador/ultimo-hielero.html&h=354&w=630&tbnid=QqVvqECfWBw0jM:&zoom=1&docid=zQ8vIXZkapL_2M&ei=CW69VJD_C7GHsQTTsIGYDA&tbm=isch&ved=0CB0QMygBMAE
http://www.publimetro.com.mx/noticias/baltazar-ushca-el-ultimo-hombre-de-hielo/mlfa!btbPK6ZfXXPs/
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